lunes, 30 de marzo de 2015

El alcance de la Psicología Social

Por lo general, no resulta sencillo definir los alcances y objetivos de cada una de las ramas humanísticas y sociales de la ciencia, por cuanto no existen límites definidos que las separan. De ahí que, en el caso de determinada investigación, no tenga mayor importancia ubicarla estrictamente en una de ellas. Sin embargo, todo científico social se ha de identificar con alguna rama mucho más que con las restantes, por cuanto su perspectiva personal le permite adaptarse sólo en una forma selectiva. Lo que para el lector puede interpretarse como una pequeña diferencia, para el autor implicará, sin embargo, su identificación con una vocación definida o bien cierta indiferencia.

La psicología estudia al ser humano en forma individual, aunque ello no signifique que lo ha de estudiar sin una interacción social básica, por cuanto no existe en la realidad el individuo aislado totalmente. Por otra parte, la psicología social lo ha de describir en interacción con la sociedad, por lo que, aparentemente, no habría grandes diferencias o bien no existirían motivos para la existencia de esta última rama. El antropólogo S. F. Nadel escribió al respecto:

“La psicología social constituye un campo de investigación independiente, o bien tiene que dedicarse a un tipo de fenómenos que no explican las otras ramas de la psicología, o bien estudiar fenómenos comunes a todas las ramas desde un punto de vista especial. En el sentido que tiene en el primer caso, la psicología social se contrapone por lo común a la psicología individual. Esta distinción sólo tendrá sentido si puede decirse que la psicología individual estudia los hechos mentales peculiares de los individuos aislados; pensamientos o emociones que viven, en una forma única, en las mentes de personas escogidas, pero que desaparecen o se convierten en algo diferente en el hombre que vive en sociedad. Esto me parece absurdo. Aparte, quizás, de los estudios sobre la personalidad o de casos psicopatológicos, la psicología «individual» se ocupa, no de un individuo, o de un grupo escogido de individuos, sino del individuo, y trata de descubrir regularidades válidas, con cualesquiera variaciones, para el hombre en general”.

“Nadie puede sostener en serio que hay una psicología cuyo universo está poblado de silabas sin sentido, rompecabezas y escalas de medida, y otra que estudia los contenidos vivos de las percepciones, los pensamientos y las emociones”. “No está justificado, pues, separar una psicología «social» de una psicología «no social», cada una de las cuales estudia un orden diferente de fenómenos”. “Muchos estudios de psicología social, excelentes como esfuerzos descriptivos, no son más que esto; difieren poco, salvo quizás en el vocabulario, de las descripciones que puede hacer cualquier antropólogo bien preparado en psicología” (De “Fundamentos de Antropología Social”-Fondo de Cultura Económica-México 1955).

Unas décadas más adelante, el panorama descrito resulta bastante distinto. Michael S. Gazzaniga escribió: “La psicología propiamente dicha ha muerto. Quizá sea mejor decir que hoy se halla en una situación extraña. Darmouth, mi colegio universitario, está construyendo un nuevo y magnífico edificio para la cátedra de psicología. Pero sus cuatro pisos se distribuyen como sigue: el sótano se dedica a la neurociencia, el primer piso a salas de clases y administración, el segundo a la psicología social, el tercero a la ciencia cognitiva y el cuarto a la neurociencia cognitiva. ¿Por qué lo llaman «edificio de psicología»?”. “Las grandes interrogantes de los psicólogos clásicos evolucionaron hacia terrenos que pueden ser explorados por otros científicos”. “Esto no significa que los procesos y estados psicológicos carezcan de interés o sean aburridos. Por el contrario, constituyen fragmentos fascinantes de un enigma que muchas mentes curiosas intentan desentrañar. No hay duda de que la pregunta que debemos contestar en el siglo veintiuno es de qué manera el cerebro habilita la mente” (De “El pasado de la mente”-Editorial Andrés Bello-Santiago de Chile 1998).

Una de las principales diferencias entre psicología social y sociología, radica en que la primera pone énfasis en la influencia que tienen las ideas dominantes en la sociedad respecto de la acción individual. De ahí que uno de sus objetivos ha de ser el de establecer una ideología de adaptación del hombre a la sociedad y al orden natural. Kimball Young escribió: “La psicología social estudia la interacción reciproca entre las personas y los efectos que esta interacción ejerce sobre los pensamientos, sentimientos, emociones y hábitos del individuo. Como campo de investigación, la psicología social tiene sus raíces en la psicología y la sociología, pero la historia, la ciencia política, la economía y la filosofía han contribuido mucho al estudio de la interacción humana” (De “Psicología social”-Editorial Paidós-Buenos Aires 1963).

Por otra parte, Edwin Hollander escribió: “La psicología social es uno de los campos interesados en el estudio objetivo del comportamiento humano. Su enfoque particular está dirigido hacia la comprensión de la conducta social ejemplificada por el efecto de un individuo o de un grupo sobre otro individuo, ya sea en el sentido real o virtual. Sobre la base del proceso de influencia social, estos efectos producen fenómenos tales como la conformidad, el liderazgo, el prejuicio, la moral colectiva y el conflicto intergrupal”. “Al estudiar la influencia social, la psicología social atiende a la relación entre variables tales como las actitudes, los valores, la cohesión grupal, los roles, las normas y los grupos de referencia; en el terreno de la investigación, su actividad está orientada hacia la verificación de los efectos recíprocos de estas variables, según son postuladas en las concepciones teóricas” (De “Principios y métodos de psicología social”-Amorrortu Editores-Buenos Aires 1968).

Si queremos disponer de una definición muy elemental de las ciencias mencionadas, podemos decir que la psicología estudia al ser humano en interacción familiar, u hogareña. La psicología social lo hace respecto de la interacción social en la calle, o más allá del hogar; la sociología estudia los distintos ordenamientos e instituciones que conforman el orden social, mientras que la antropología estudia los vínculos entre cultura y personalidad, principalmente en forma histórica o experimental.

La especialización de las distintas ramas de la ciencia lleva también a una especialización interna en cada una de ellas, generalmente como ciencia teórica, por una parte, y ciencia experimental, por la otra. De ahí que exista una “psicología social teórica”, con una organización de tipo axiomático, y una “psicología social experimental”, cuyo contenido podrá ser deducido desde la parte teórica, al menos en principio.

Podemos decir que la psicología social teórica ha de conformarse a partir de algunos conceptos, o variables descriptivas, que permitan establecer una síntesis capaz de sustentar a la psicología social experimental como así también promover una orientación en la vida de todo ser humano. Las variables propuestas y principios adoptados, serán:

1- Tendencia a la cooperación
2- Tendencia a la competencia
3- Actitud o respuesta característica
4- Influencia recíproca entre conducta e ideas
5- Influencia recíproca entre individuos, y entre individuos y grupos

Podemos entonces definir la función esencial de la psicología social en base a los principios o fundamentos mencionados: “Es la rama de la ciencia que tiene como objetivo establecer una ideología de adaptación, tratando de lograr en todo individuo el predominio de una actitud favorable a la cooperación y desfavorable a la competencia”. En cuanto a la competencia, como tendencia que debe evitarse, es oportuno aclarar que hace referencia a la competencia egoísta y no a la vigente en la economía de mercado, ya que, en ese caso, la competencia entre productores implica una mejora en la cooperación hacia el consumidor.

Puede observarse que, a partir de los principios adoptados, se contemplan los dos conceptos generales que históricamente se utilizan para la descripción del comportamiento humano: la conducta o acción, por una parte, y el conocimiento, por la otra. Además, al encontrar las componentes afectivas de la actitud característica (amor, odio, egoísmo, indiferencia) puede establecerse una ética natural básica, mientras que, para encontrar las componentes cognitivas de tal actitud (referencia en la realidad, en uno mismo, en otro o en la mayoría) se requiere disponer previamente de una teoría del conocimiento. Las componentes mencionadas permiten, además, establecer una descripción básica de la personalidad. Todos estos aspectos son observables y comparables, y por lo tanto, cuantificables, respondiendo a los requerimientos que debe cumplir toda descripción compatible con el método de la ciencia experimental.

Como se dijo antes, debido a las influencias existentes entre individuos, y entre ideas y conducta, la psicología social ha de ser la que mejor se adapta para plantear una ideología que sea capaz de mejorar todo ámbito social. En este caso, a la palabra “ideología” se la asocia a “ciencia de las ideas”, es decir, al conjunto de ideas fundamentado en una teoría axiomática que le brinda a todo individuo la posibilidad de adaptarse plenamente al orden natural, o al orden social óptimo que debería existir. Tal orden ha de ser, por otra parte, la resultante del predominio de una actitud cooperativa individual en lugar de partir de un modelo de sociedad previamente supuesto.

Si bien tal realización puede parecer demasiado pretenciosa, debe tenerse presente que alguien debe hacerlo. Justamente, quienes estudian las influencias reciprocas entre individuos e ideas, son quienes deben disponer de la información suficiente para establecer la influencia mencionada. Tal ideología deberá ser accesible, por otra parte, al ciudadano común, trascendiendo los ámbitos estrictamente universitarios o intelectuales, algo que, si bien puede costar trabajo alcanzar, al menos se deben realizar todos los intentos posibles respecto a su logro.

Una ideología emergente de la psicología social no es otra cosa que una adecuada descripción verbal de las consecuencias de una teoría establecida que vincula la mayor parte del conocimiento alcanzado en una etapa de su desarrollo, lo que no resulta ser, después de todo, una exigencia fuera de lo que normalmente se hace. Por lo general, se opina que la ciencia social debe ser descriptiva en lugar de normativa, y que debe apuntar a describir “lo que es” en lugar de sugerir “lo que debe ser”. Debe tenerse presente, sin embargo, que “lo que debe ser” simplemente consiste en una optimización de “lo que es”. Así como el docente, sin la obligación de ser un “ejemplo ético” para sus alumnos, brinda una influencia positiva, el psicólogo social deberá ser como un docente de masas, capaz de modificarlas en un sentido positivo.

Deducciones desde la Psicología Social

Desde el punto de vista de la filosofía, no existe mayor inconveniente en que existan posturas distintas, opuestas e incompatibles entre sí, respecto de la sociedad, como es el caso de las visiones liberal y socialista de la realidad. Sin embargo, desde el punto de vista de la ciencia experimental, no es admisible que se mantengan vigentes descripciones contradictorias respecto de un mismo hecho, o de un mismo fenómeno social. De ahí el interés por establecer un esquema general que vincule estas tendencias de manera de llegar a conclusiones objetivas, que posiblemente coincidirán, según el tema, con alguna de las posturas mencionadas.

Entre las ciencias sociales “candidatas” a establecer el discernimiento entre posturas incompatibles (liberalismo y socialismo), tenemos a la Sociología y a la Psicología Social. Como la primera atraviesa todavía una etapa filosófica y sus descripciones parten desde el ámbito social en lugar del individual, queda como “candidata” natural la segunda, por cuanto sus descripciones surgen desde el nivel individual incorporando las restricciones y los fundamentos propios de la psicología general.

La debilidad de la Sociología se advierte en el caso del marxismo; ideología que tiene una similitud manifiesta con la ideología nazi, ya que, mientras que esta última surge, para la descripción de la sociedad, de las aparentes diferencias raciales, promoviendo violencia, el marxismo surge de las aparentes diferencias de clase social, promoviendo una violencia no menor. Ambas culpan al capitalismo por promover antagonismos ignorando la movilidad social que facilita. Se lo culpa por la concentración de poder existente en las sociedades capitalistas mientras que, para solucionar ese problema, proponen la concentración total de poder en el Estado.

La idea básica del liberalismo es la división del poder pretendiendo evitar los excesos que puede producir el gobierno del hombre sobre el hombre. De ahí que el atributo básico de todo gobierno democrático sea justamente la división de poderes del Estado. La misma idea se utiliza en economía, proponiendo al mercado competitivo como el proceso que ha de impedir la formación de monopolios concentradores de poder económico. No existe, sin embargo, infalibilidad, ya que se trata de un sistema basado en la libertad y en la iniciativa individual, siendo el individuo el que finalmente alcanzará, o no, lo que sus potencialidades personales le permiten realizar.

Los sistemas descriptivos de tipo axiomático sintetizan en unos pocos principios una gran cantidad de fenómenos involucrados. De ahí la posibilidad de disponer en la mente de una pequeña cantidad de información que, mediante una deducción posterior, permitirá recorrer con la imaginación un amplio espectro de temas sociales (en este caso). Quienes aducen que ello implicará necesariamente una mutilación severa de la compleja realidad humana, pueden estar en lo cierto si los principios básicos de la descripción fueron mal elegidos. Adviértase, por ejemplo, el caso del ajedrez, cuya complejidad requiere de bastante análisis y, sin embargo, parte de unas pocas reglas simples y precisas. La teoría axiomática de la Psicología Social contempla esencialmente lo que resulta accesible a nuestras decisiones para constituir una guía simple y necesaria que facilitará el logro de acuerdos en una cierta cantidad de planteamientos inaccesibles por otras vías. El punto de partida ha de involucrar los siguientes aspectos:

a) Actitud característica = Respuesta / Estímulo
b) Tendencia a la cooperación
c) Tendencia a la competencia

Se entiende por actitud característica la respuesta típica que cada individuo posee en una etapa de su vida, por lo cual existe la posibilidad de un cambio, o mejora futura. Existirán tantas actitudes características como individuos existan en el planeta. Sin embargo, es posible describirlas en base a ciertas componentes afectivas y cognitivas que todos poseemos, aunque en distintas proporciones.

Las componentes afectivas son las que generan las tendencias hacia la cooperación y a la competencia. En el primer caso tenemos al amor (se comparten las penas y las alegrías de los demás), mientras que en el segundo caso tenemos al egoísmo (interés sólo por uno mismo) y al odio (se cambia alegría ajena por tristeza propia y tristeza ajena por alegría propia). Para cubrir todas las posibles respuestas puede agregarse la indiferencia o negligencia.

Si consideramos al Bien como la tendencia a cooperar y al Mal como la tendencia a competir con los demás, se advierte que se dispone de una ética natural que coincide esencialmente con la cristiana. Si bien el liberalismo promueve la competencia empresarial, se advierte que se trata de una competencia cooperativa por cuanto, a mayor competencia, mayor beneficio para el consumidor. Además, a menor competencia, mayor monopolio y mayor concentración de poder económico; algo indeseado.

Como el liberalismo propone tanto la democracia política como la económica (mercado), proponiendo la vigencia de una actitud cooperativa, se advierte cierta compatibilidad con el cristianismo; de ahí resulta que ambos, liberalismo y cristianismo, sean el fundamento de la civilización occidental, siendo el marxismo la ideología que ataca tanto la democracia política como la económica y a la religión cristiana, y por ello resulta ser el principal opositor de tal tipo de civilización.

Puede hacerse una síntesis de las componentes afectivas de la actitud característica:

a) Cooperación: amor
b) Competencia: egoísmo
c) Competencia: odio (= burla + envidia)
d) Indiferencia

Además de las componentes afectivas existen las componentes cognitivas de la actitud característica, que provienen de considerar un proceso cognitivo individual esencialmente similar al empleado por la ciencia experimental. Consiste en adoptar una referencia para poder comparar las distintas descripciones establecidas determinando cierto error respecto de la referencia adoptada para, luego, reducir ese error, llegando a la verdad cuando el error es, idealmente, nulo.

Error = Descripción - Referencia

La referencia adoptada da lugar a cuatro posibilidades principales y son las cuatro componentes cognitivas de la actitud característica:

a) Se toma como referencia la realidad
b) O a la opinión de uno mismo
c) O a la opinión de otra persona
d) O a lo que acepta la mayoría

En el primer caso se adopta la postura del científico, dando lugar al conocimiento objetivo, de validez general, permitiendo acuerdos posteriores. Los restantes casos dan lugar al conocimiento subjetivo y admiten el relativismo cognitivo. En el último, se tiene la actitud del hombre masa, que es uno de los puntos de partida del fenómeno descripto como la “rebelión de las masas”, que da lugar al surgimiento de los distintos totalitarismos.

Esta descripción del comportamiento individual implica, en cierta forma, establecer una teoría de la personalidad que ha de permitir aclarar varios aspectos de la conducta social de todo individuo. Incluso, en el ámbito de la religión, permite convalidar la ética cristiana, con la posibilidad de considerar al cristianismo como una religión natural, que ha de diferir de la postura teísta (Universo = Dios + Naturaleza). Sin embargo, la postura deísta (Universo = Dios = Naturaleza) podrá en el futuro representar una alternativa válida por cuanto constituye una postura que compatibiliza religión y ciencia social.

Se entiende por ley natural al vínculo invariante entre causas y efectos, admitiéndose que todo lo existente está gobernado por alguna forma de ley natural. Incluso el vinculo entre respuesta y estimulo, o efecto y causa, denominado “actitud característica”, implica una ley natural básica que rige el comportamiento social del ser humano. La validez de una religión, entonces, dependerá de su compatibilidad con la ley de Dios, o ley natural. Las restantes posturas, incompatibles con la ciencia experimental, y con la ley natural, por lo general no producen buenos resultados, ya que constituyen “una fuente inagotable” de conflictos y antagonismos.

Es oportuno resaltar que la teoría emergente de la Psicología Social puede fundamentarse al nivel del cerebro, es decir, puede incluso determinarse su compatibilidad con los recientes hallazgos realizados en neurociencias, tal el descubrimiento de las neuronas espejo, posible fundamento de la empatía (y por consiguiente, de la actitud del amor). Desde el cristianismo se busca evitar el gobierno del hombre sobre el hombre, de ahí la propuesta esencial del gobierno de Dios (o Reino de Dios), que es el gobierno del orden natural sobre el hombre cuando éste decide aceptarlo. Adviértase la similitud existente con el gobierno de las leyes sobre el ser humano, en lugar del gobierno discrecional de los líderes políticos, propuesto por el liberalismo.

Una vez que se acepta la visión científica de la realidad, por la cual todo lo existente está regido por alguna forma de ley natural, es admisible considerar que nuestra misión esencial en la vida consiste en adaptarnos a la misma. En caso de no lograrlo, aparece el sufrimiento correspondiente, mientras que la felicidad implica que nuestro grado de adaptación resulta el adecuado.

El conductismo social

Mientras que el conductivismo psicológico se caracteriza por utilizar el vínculo E-R (estímulo-respuesta) para la descripción del comportamiento individual, el conductivismo social se caracteriza por utilizarlo a través del concepto de actitud. Mientras que el vínculo E-R, en el primer caso, se aplica al campo de las respuestas de tipo emocional o fisiológico, en el segundo caso se lo aplica a la respuesta completa de un individuo contemplando tanto la interacción social como el aspecto cultural asociado.

El conductivismo de John B. Watson, aplicado al hombre, aparece como una ampliación de su empleo en la descripción de la conducta animal, en la cual no existe la introspección. George H Mead escribió: “Quedaba, sin embargo, el campo de la introspección, de las experiencias que son privadas y que pertenecen al individuo mismo –experiencias comúnmente llamadas subjetivas. ¿Qué había que hacer con ellas? La actitud de John B. Watson fue la de la Reina en «Alicia en el País de las Maravillas»: «¡Cortadles la cabeza!»; tales cosas no existían. No existía la imaginación ni la conciencia” (De “Espíritu, persona y sociedad”-Editorial Paidós-Buenos Aires 1972).

El conductismo social es el ámbito adecuado tanto para la descripción del individuo como del grupo social. Ello se advierte a partir de la utilización del concepto de actitud, por cuanto implica el vínculo existente entre individuo y grupo social. “En psicología social no construimos la conducta del grupo social en términos de la conducta de los distintos individuos que lo componen; antes bien, partimos de un todo social determinado de compleja actividad social, dentro del cual analizamos (como elementos) la conducta de cada uno de los distintos individuos que lo componen. Es decir, que intentamos explicar la conducta del individuo en términos de la conducta organizada del grupo social, en lugar de explicar la conducta organizada del grupo social en términos de la conducta de los distintos individuos que pertenecen a él”.

En realidad, resulta difícil priorizar al individuo o al grupo social por cuanto sin los primeros no existe el segundo, mientras que si no existe el grupo social, la actitud del individuo prácticamente no puede formarse, excepto a un nivel cultural muy limitado. Gino Germani escribió: “Una actitud se define como una disposición psíquica, para algo o hacia algo, disposición que representa el antecedente interno de la acción y que llega a organizarse en el individuo a través de la experiencia –vale decir, es adquirida- y resulta de la integración de elementos indiferenciados biológicos y de elementos socioculturales específicos” (De “Psicologías del Siglo XX” de Edna Heidbreder-Editorial Paidós-Buenos Aires 1967).

Puede decirse que, mientras el grupo social tiende a formar las componentes afectivas y cognitivas de la actitud característica de cada individuo, tales componentes se proyectan hacia el grupo social para caracterizarlo mediante una especie de actitud característica grupal predominante. Sin embargo, no todo individuo es influenciable de la misma manera por el grupo social ni es influyente de la misma manera sobre el grupo, sino que existe un equilibrio dinámico entre individuo y sociedad. Gino Germani escribe: “Entre otras ventajas, el concepto de actitud presenta la de constituir el nexo entre las dos ramas de que se compone la psicología social actual: la psicología social de los grupos o psicología colectiva, y la psicología social del individuo”.

A partir del punto de vista de las actitudes, puede determinarse el concepto de personalidad. Como cada individuo posee las mismas componentes afectivas y cognitivas básicas que los demás, aunque en distintas proporciones, tales proporciones definirían su personalidad. Germani escribe al respecto: “Un grupo de investigadores interpreta la personalidad simplemente como una colección de actitudes altamente específicas”. “Sus principales autores, Cattel, Woodworth y Thorndike, sostienen que es posible reducir la personalidad a un cierto número mínimo de componentes básicos y uniformes, análogos en todos los hombres”. “El punto de vista común de los autores de esta tendencia es que la personalidad debe considerarse como una función de la sociedad, pero que al mismo tiempo es capaz de trascenderla. Afirman que si, por un lado, ella representa el «aspecto subjetivo de la cultura», por el otro posee la capacidad de trascender las formas culturales para transformarse de simple receptora en creadora de nuevas formas. La tarea de la psicología social consiste justamente en describir y explicar cómo se efectúa este incesante proceso de transmisión y creación de formas culturales a través de la personalidad humana”.

Lo interesante del conductismo social aparece en la forma en que George H. Mead describe la interacción social, para quien el acto psíquico social “es aquel en el que el individuo sirve en su acción como estímulo a la respuesta de otro individuo”. “El carácter más importante de la organización social de la conducta no es que un individuo en el grupo social hace lo que los demás, sino que la conducta de un individuo constituye un estimulo para que otro individuo realice determinado acto, y que a su vez este último acto se transforme en estímulo para una posterior reacción por parte del primer individuo, y así continuando en una interacción sin fin”.

Tal interacción social, denominada por Mead como una “conversación de actitudes”, es la que conforma la individualidad asociada a la personalidad de los seres humanos. Germani agrega: “El surgimiento del «yo» obedece a un proceso de interacción de esta misma naturaleza. Según Mead lo característico del «yo» es su capacidad de erigirse en objeto para sí mismo: en ello reside su esencia, la esencia de la individualidad misma. Esto es lo que lo diferencia de los animales, pues también la razón depende de esta capacidad que tiene el individuo de colocarse en el mismo campo de experiencia que los demás seres, hacia los cuales actúa en la interacción. Con otras palabras, la interacción social –es decir, la sociedad- se traslada en el interior mismo del individuo, y su esencia como ser humano consiste en tal capacidad de interacción consigo mismo”.

Desde el conductismo social se establece también la forma en que un niño va conformando su propia personalidad. Tal proceso ocurre cuando el individuo “asume la actitud o emplea el gesto que otro individuo emplearía, y además responde o tiende a responder a tal gesto. El niño se vuelve gradualmente un ser social a través de su propia experiencia y actúa hacia sí mismo de un modo similar al que emplea cuando se dirige a los demás”.

Germani agrega: “De ningún modo debe confundirse este proceso con la imitación. Mead la critica extensamente, afirmando, entre otras cosas, que ella supone ya la emergencia del «yo» como cumplida. Ejemplos de esta interestimulación se encuentran en el comportamiento del niño hacia la madre, o en el juego. Así, el niño adopta las palabras, los gestos, los tonos de la madre, es decir adopta en sí mismo el papel de ella. En los juegos del niño pequeño la interacción es todavía rudimentaria. En esta fase hay ya una tendencia a asumir un papel; así, el niño juega a ser alguien, policía, indio, etc.”. “En el juego organizado se pasa a un estadio en el que la asunción de un papel ya no se realiza al azar y al arbitrio del individuo, en este caso es necesario respetar ciertas reglas, las cuales establecen claramente el conjunto de respuestas que hay que dar frente a determinadas actitudes. Al tomar el ego cierta actitud se requiere en el alter cierta respuesta definida. Por lo tanto, el niño debe tener la capacidad de incorporar a su propia psique las actitudes de todos los demás incluidos en el juego. Tales actitudes asumen en el juego una especie de unidad organizada y esta organización de las actitudes ajenas, de los papeles ajenos en un todo unitario, es lo que Mead llama característicamente «el otro generalizado»”.

Para establecer la interacción social es necesaria una previa interacción simbólica. Francis A. Merrill escribió: “La interacción de los seres humanos no es como la de las bolas de billar, que chocan entre sí y se repelen, sino que se realiza a través de símbolos significativos comprendidos mutuamente por los participantes. La interacción social se lleva a efecto dentro de un conjunto de expectativas, reglas y normas aprendidas en la infancia a las que el individuo adapta su comportamiento después. La interacción social se caracteriza, por tanto, por «la presencia de actos expresivos por parte de una o más personas, la percepción consciente o inconsciente de esos actos por otras y la observación final de que esos actos expresivos han sido percibidos por otros» (Jurgen Ruesch)”.

“Los entes sociales realizan esta interacción conservando cada uno una personalidad propia y la condición de ente social adquirida a través del contacto con otros individuos de evolución similar. En ese proceso de socialización, el individuo aprende a «asumir el papel del otro» y a ponerse mentalmente en el lugar de aquel ante el que reacciona (George H. Mead). De esta manera, cada uno de ellos sopesa el impacto que producen sus propias palabras o gestos sobre el otro y al suponerse en su sitio se estimula a sí mismo. Consecuentemente, la interacción social no sólo incluye la que tiene lugar entre dos personas, sino también la de cada persona consigo misma” (De “Introducción a la Sociología”-Aguilar SA de Ediciones-Madrid 1967).

Uno de los objetivos de las ciencias sociales es el logro de una visión general que abarque la mayor parte de los fenómenos descriptos, es decir, se trata de establecer una teoría general del individuo y de la sociedad. Se advierte que ello es posible a partir del conductismo social. Así, desde las componentes afectivas de la actitud característica (amor, odio, egoísmo, negligencia) puede extraerse cierta ética natural, constituyendo una teoría de la acción ética. Luego, desde las componentes cognitivas de la actitud característica (referencia en la realidad, en uno mismo, en otro o en lo que todos dicen), y empleando el método de prueba y error de la ciencia experimental, puede extraerse una lógica analógica, constituyendo una teoría del conocimiento. Desde la interacción simbólica y el lenguaje es posible la interacción social y la formación de la personalidad. Luego, la personalidad se proyecta hacia la cultura. Se advierte que, en principio, es posible abarcar varios conceptos asociados al individuo y a la sociedad desde la visión descriptiva emergente del conductismo social. Puede hacerse un resumen:

Actitud característica => Componentes afectivas => Ética natural

Actitud característica => Componentes cognitivas => Lógica analógica

Lenguaje => Interacción simbólica => Interacción social => Personalidad => Cultura

Disonancia cognitiva y conciencia moral

En los individuos existe a veces cierta incoherencia entre lo que se piensa y lo que se siente, por lo que la acción resultante tiende a estar motivada por dos causas incompatibles entre sí. Enrique del Acebo Ibáñez y Roberto J. Brie escriben al respecto: “La disonancia cognitiva supone cierta contradicción entre el saber y el sentir, respecto del obrar; así, se valora de una determinada manera algo (una situación, un objeto, un sujeto, un grupo) pero no se actúa consecuentemente”.

“Dado que la disonancia cognitiva produce costos individuales y sociales (malestar, tensión, agresión, etc.), provoca el surgimiento de mecanismos (a nivel individual y social) para superarlos. Cuando el sujeto actúa en «disonancia» con la información que posee o con los sentimientos que tiene, tratará de atenuar esa contradicción, ya sea modificando su actuación o cambiando sus formas de valoración y sus persuasiones; si no puede cambiar sus acciones (externas), intentará un cambio de opinión (interno)” (Del “Diccionario de Sociología”-Editorial Claridad SA-Buenos Aires 2006).

Se considera que la disonancia cognitiva implica falta de coherencia entre actitud y acción. Robert A. Baron y Donn Byrne escriben: “Desgraciadamente, la disonancia cognitiva es una experiencia muy común. Cada vez que dices cosas que realmente no crees, que tomas una decisión difícil o descubres que algo que has comprado no es tan bueno como esperabas, puedes experimentar disonancia. En todas estas situaciones, hay un salto entre nuestras acciones y nuestras actitudes que tiende a hacernos sentir bastante incómodos” (De “Psicología Social”-Prentice Hall Iberia-Madrid 1998).

Puede graficarse la secuencia básica que va desde la actitud hasta la acción:

Actitud => Acción

En realidad, la incoherencia no se produce entre la actitud predominante y la acción, sino internamente, ya que nuestras decisiones dependen tanto del conocimiento depositado en nuestra memoria como de la respuesta emocional. Teniendo presente que nuestra actitud característica está constituida tanto por componentes afectivas como cognitivas, puede decirse que la falta de coherencia que experimentamos en la disonancia se debe a la falta de coincidencia entre nuestro querer y nuestro pensar.

Así, si de improviso se nos presenta una persona conocida con la cual hemos tenido cierta desavenencia anterior, debemos responder mediante una postura definida: no saludarla, por ejemplo, o bien fingir que uno siente que no ha sucedido nada. Si tenemos tiempo de prever la situación, es posible que la disonancia sea menor, mientras que, si la situación se presenta en forma repentina, es posible que luego recapacitemos por no estar del todo convencidos con la actitud adoptada. De ahí que pueda considerarse que toda disonancia se produce cuando existe un conflicto interno entre nuestras componentes afectivas y cognitivas. La gráfica correspondiente será:

Componentes afectivas + Componentes cognitivas => Acción

La ausencia de acuerdo entre ambas componentes resulta ser la tensión básica que promueve el cambio de actitud. Ello implica aumentar el conocimiento respecto a las personas, las cosas, o de uno mismo, o bien implica controlar, mediante la introspección, la moralidad de nuestras acciones.

Debido a la similar importancia que tienen ambos aspectos, cognitivo y emocional, podríamos hablar de la disonancia cognitivo-afectiva, que tiene otras implicaciones, como la de ser, posiblemente, el sustento psicológico de la conciencia moral. Respecto de las condiciones para la existencia de la disonancia, S. Kassin, S. Fein y H. Marcus escriben:

1- Un acto con consecuencias indeseadas
2- Un sentimiento de responsabilidad personal
3- Activación psicológica o incomodidad y
4- Atribución de la activación al acto discrepante con las actitudes (De “Psicología Social”-Cengage Learning Editores SA-México 2010).

Imaginemos una situación en que nos favorecemos materialmente, en forma egoísta, perjudicando simultáneamente a alguien. El conocimiento de los efectos de nuestra acción nos hará sentir culpables, de ahí que la disonancia, o incoherencia, entre las componentes de la actitud característica aparecerá en todo individuo que tenga desarrollada su conciencia moral, pudiéndoselas identificar. Paul Foulquié escribió respecto de la conciencia: “En su acepción más amplia (que engloba la conciencia intelectual y la conciencia moral): facultad que tiene el hombre de conocer inmediatamente sus estados o actos interiores así como el valor moral de éstos” (Del “Diccionario del Lenguaje Filosófico”-Editorial Labor SA-Barcelona 1967).

Por otra parte, Henri Baruk escribió: “Aunque haya sido descubierto desde hace miles de años, el papel efectivo y práctico de la conciencia moral se conoce todavía poco. En efecto, este descubrimiento tan antiguo se ha entendido en forma esencialmente metafísica. Los grandes inspirados que dieron a la humanidad la revelación de la conciencia moral, impresionados con justa razón por el extraordinario poderío que esta conciencia tiene, tanto sobre los destinos del individuo como sobre los de la sociedad, concibieron la conciencia moral como la emanación de un Principio Único, creador y director del universo. La conciencia moral representó así un principio espiritual encarnado en el hombre, y que expresaba su origen divino. Sin embargo, este principio formaba parte de la naturaleza humana, a la que se concebía como una unidad, en la cual se fundían higiene y moral”.

“La naturaleza ha provisto al hombre de ciertas funciones psíquicas que tienen precisamente como efecto reglar su adaptación social y limitar los desbordamientos excesivos de algunos instinto. En efecto, la observación psicológica y psiquiátrica muestra que nuestros actos están sometidos a una apreciación interior: cuando viola las leyes de la humanidad y de la equidad para con sus semejantes, el hombre normal siente un determinado malestar, extremadamente especial, malestar moral muy penoso y susceptible inclusive, de repercutir en el funcionamiento neurovegetativo y en el organismo por entero”.

“Sin duda, no se trata de una barrera rígida, análoga a la del constreñimiento social. El individuo puede no hacerle caso, no tomar en cuenta esta apreciación y ejecutar sus caprichos. A primera vista, se cree haber triunfado así. Pero la experiencia muestra que el juicio interior al que se ha desconocido y violado no está de ninguna manera sofocado, sino tan sólo rechazado. Prosigue su acción de manera subterránea, derivada y desviada, que es infinitamente más poderosa y temible: de esto resultan desórdenes considerables en toda la personalidad” (De “Psiquiatría moral experimental”-Fondo de Cultura Económica-México 1960).

Cuando, desde un movimiento totalitario se trata de lograr adhesiones, surgen dos posibilidades extremas: a) La de los individuos con conciencia moral que, luego de ser convencidos intelectualmente, les surge cierta disonancia entre ideas y sentimientos, por lo que se produce la ruptura; en este caso se prioriza la moral a la ideología. b) La conducta de individuos que se van amoldando a la ideología, produciéndose comportamientos típicos de las sectas, en cuyo caso las personalidades individuales se debilitan ante la ideología dominante.

Chistopher Hitchens relata su experiencia en la Cuba socialista de los 60: “El plan era que nuestro cargamento de internacionalistas mayoritariamente británicos subiera a los autobuses que nos llevarían al Campamento Cinco de Mayo, un campo de trabajo recién construido en la verde y accidentada región de Pinar del Río”.

“No me gustaba especialmente que los altavoces del campo propagaran todo el tiempo música edificante y discursos intimidatorios, pero me sentí mucho más alarmado cuando decidí hacer una excursión para disfrutar de los alrededores; empecé a despedirme con la mano de los chicos cubanos y me ordenaron que me quedara donde estaba. ¿Dónde pensaba que iba? De excursión. Bueno, me dijeron, no podía. ¿Y por qué? Porque lo decimos nosotros. No hablaba mucho español y no tenia pasaporte (me acordé de repente) [se lo habían retenido al ingresar a Cuba] y sólo tenía una idea vaga sobre cómo podía llegar a un pueblo vecino, por no decir La Habana. Pero los guardias –como ahora los consideraba- me señalaron enérgicamente el camino de regreso al campamento. Una vez que te han dicho que no puedes abandonar un lugar, se vacía de encanto enseguida, por muchos atractivos que tenga. Un gato se puede quedar en un sitio tranquilamente durante horas, pero si lo detienes en ese lugar agarrándole la cola intentará arrancarse la cola de raíz. No era libre para moverme en absoluto, y los cubanos que querían marcharse de Cuba sólo eran libres de ser expulsados de su país natal tras un largo proceso, y después no se les permitía regresar” (De “Hitch-22”-Debate-Buenos Aires 2011).

Algunos autores definen la normalidad psicológica según que exista coherencia entre pensamientos y emociones, lo que lleva al antiguo debate entre la preferencia por la razón o por los sentimientos, si bien se admite que lo importante es la coherencia de ambos aspectos de la personalidad. De ahí que la normalidad pueda considerarse también como la coherencia entre las componentes cognitivas y afectivas de nuestra actitud característica. Fulton J. Sheen escribió: “Un ser humano normal es aquel en el que todas las emociones están sujetas a la sana razón, a la conciencia, a la ley de Dios. Ninguna pasión puede dominarlos por completo mientras la razón no estime y la voluntad no permita su libre imperio”. “Vivimos en un mundo de formación de carácter, y el carácter se forja reduciendo las complejidades de la vida emocional a una unidad, bajo el gobierno de la razón y la moral. Mientras las pasiones se mantienen sujetas a la traílla de la virtud, la verdad y la ley moral, hay carácter, felicidad y dominio de sí mismo”.

“Las anormalidades, las tensiones, las discordancias, las ansiedades y la infelicidad surgen cuando el orden normal de la naturaleza humana se trastorna, quedando las pasiones en completa libertad, sin el gobierno de la razón y de la voluntad”. “Cuando la sana razón, la moral y la ley de Dios son descartadas, la naturaleza humana se convierte en una especie de navío sin piloto, o en un piloto a quien poco le importa que las olas se traguen el navío” (De “La vida hace pensar”-Juan Flors Editor-Barcelona 1956).

La búsqueda del Bien y de la Verdad ha de servirnos para disminuir toda posible disonancia cognitiva-afectiva, acentuando a la vez nuestra conciencia moral y promoviendo nuestra normal personalidad.