jueves, 17 de mayo de 2012

Los afectos y la razón

Para comprender el proceso cerebral asociado a nuestro comportamiento afectivo y aquel asociado a nuestro comportamiento racional, resulta conveniente tener presente el proceso evolutivo por el cual hemos ido adquiriendo tales atributos. La idea básica consiste en considerar al cerebro en función de sus tres etapas evolutivas a través de las cuales fue adquiriendo la estructura que nos presenta en la actualidad. Recordemos que la aparición de los reptiles se produjo hace unos 300 millones de años, mientras que los mamíferos surgen hace unos 180 millones de años. Finalmente, hace unos 6 millones de años, aparecen los homínidos. Thomas Lewis, Fari Amini y Richard Lannon escribieron: “El mismo falible sentido común sugiere que el cerebro humano podría ser unitario y armonioso. No lo es. Un cerebro homogéneo podría funcionar mejor, pero los humanos no lo poseen. Las estructuras evolucionadas no responden a las normas de la lógica sino a las exigencias de su larga cadena de victorias de supervivencia”.

“El doctor Paul MacLean, un gran neuroanatomista evolutivo y científico investigador del Instituto de Salud Mental, ha argumentado que el cerebro humano está formado por tres subcerebros diferenciados, y que cada uno de ellos es producto de una era distinta de la historia evolutiva. El trío se entremezcla y comunica, pero en la traducción se pierde inevitablemente alguna información, porque las funciones, propiedades e incluso la química de las subunidades difieren. Este hallazgo neuroevolutivo en forma de cerebro tres-en-uno, o trino, puede ayudar a explicar cierta anarquía del amor que viene de antiguo” (De “Una teoría general del amor”-RBA Libros SA-Barcelona 2001).

El cerebro reptiliano es el más antiguo de todos y se encarga de procesos tales como la respiración y el control de los latidos del corazón y está ubicado en la capa inferior de nuestro cerebro. Los autores citados escriben: “El cerebro reptiliano, impregnado de fisiología de supervivencia, es el que sigue funcionando en una persona que está «cerebralmente muerta». Si muere el cerebro reptiliano, el resto del cuerpo lo seguirá; los otros dos cerebros son menos esenciales para la neurología encargada de mantener la vida”.

En una posterior etapa evolutiva aparece el cerebro límbico, palabra que proviene de limbus, que significa borde, margen o límite. Los citados autores escriben: “Como la estructura que (Paul Broca) descubrió señala la división evolutiva entre dos formas de vida dispares, su designación inicial demostró ser abrumadoramente adecuada”. La ventaja evolutiva de esta etapa, asociada a la aparición de los mamíferos, implicó el surgimiento del aspecto afectivo, ya que, en cierta forma, la madre cuidaba a sus hijos compartiendo su sufrimiento, algo que no ocurre en el caso de los reptiles, ya que éstos carecen de tal atributo. Se afirma que los afectos, en el ser humano, surgen en dicha zona del cerebro.

Finalmente aparece el neocórtex (o nueva corteza), asociado principalmente al proceso de la información y el razonamiento, que es la función que distingue y caracteriza a la vida inteligente. Los autores citados escriben al respecto: “Otro regalo del neocórtex es la capacidad de abstracción: todas las tareas que requieren representación simbólica, estrategia, planificación o resolución de problemas tienen su sede en el cerebro neocortical”............. A partir de esta visión del cerebro surge la posibilidad de establecer una analogía con una computadora digital. Así, el cerebro reptiliano se asemeja al sistema operativo de la computadora, ubicado por el fabricante e inaccesible al usuario. Se encarga de todos los procesos internos y permite el paso de información entre las distintas partes de la máquina. Luego se incorpora un programa capaz de realizar funciones que mejoran su prestación y, finalmente, se incorpora otro programa adicional que, incluso, es capaz de comprender a los anteriores, función a la que, en el caso del hombre, puede asociarse cierto grado de conciencia.

Cada vez que se agrega un nuevo programa, debe tenerse presente su adaptación a los programas previamente existentes. Además, es posible que el cerebro reptiliano traiga funciones adaptativas que buscan nuestra supervivencia bajo un predominio de acciones competitivas. Luego, el cerebro límbico involucra acciones cooperativas, que en cierta forma se oponen a las anteriores, por lo cual es posible que aparezcan conflictos entre ambas tendencias. Finalmente, el neocórtex deberá compatibilizar “racionalmente” (o culturalmente) las distintas tendencias surgidas de los cerebros previos. Podríamos incluso suponer que el cerebro reptiliano trae incorporado un individualismo estricto contemplando la supervivencia de cada individuo, mientras que el cerebro límbico, al introducir los afectos, favorecería la supervivencia familiar. Luego, la aparición del neocórtex traería la ventaja evolutiva que apunta hacia la supervivencia de la especie, como es el caso de la humanidad.

Los autores citados escriben: “El tambaleante proceso de la evolución ha conformado un cerebro que está fragmentado y es inarmónico, y en cierto modo está compuesto de jugadores cuyos intereses compiten. Los críticos del modelo trino de MacLean han menospreciado su separación deliberada de intelecto y emoción como un romanticismo pasado de moda. No obstante, si bien los tres cerebros se diferencian en linaje y función, nadie ha discutido la autonomía neurológica”.

La visión anterior del cerebro parece ser la adecuada para la Psicología Social por cuanto permite identificar la zona del cerebro en donde se localizan las funciones que dan origen a las principales variables utilizadas por dicha rama de la ciencia experimental, tal el caso de la actitud característica de una persona con sus componentes afectivas y cognitivas; que podemos mencionar brevemente: amor, odio, egoísmo, indiferencia para las primeras y la referencia en la realidad, en uno mismo, en un líder o en lo que dice la mayoría, para las segundas.

Del distinto origen de ambos tipos de componentes podemos inferir la independencia que muestran los distintos individuos en cuanto a sus atributos éticos o afectivos, respecto de aquellos cognitivos, ya que no podemos asegurar que una persona con elevado nivel intelectual vaya a mostrar un elevado nivel ético, y viceversa.

También es posible que una de las causas principales de la disonancia cognitiva, por la cual no existe coincidencia entre lo que se piensa y lo que se hace, tenga alguna relación con el distinto origen de lo afectivo y de lo cognitivo. La coherencia que tenga un individuo seguramente provendrá luego de adoptar una postura personal, una religión o una filosofía de vida acorde a las leyes naturales que rigen nuestra conducta.

Para compatibilizar los términos utilizados hasta aquí, tales como afectos y razón (empleada en cuestiones afectivas), con la terminología usada por el neurobiólogo Antonio Damasio, podemos también denominarlos como “emoción” y “sentimiento”, respectivamente. El mencionado científico escribió al respecto: “Es cierto que el uso común del término emoción tiende a englobar la idea de sentimiento. Pero en nuestro intento por comprender la compleja cadena de acontecimientos que empieza con la emoción y termina en el sentimiento, puede ayudarnos una separación de principios entre la parte del proceso que se hace pública y la parte que permanece privada. Para los fines de mi trabajo, denomino a la primera parte emoción y a la segunda sentimiento”.

“Las emociones se representan en el teatro del cuerpo. Los sentimientos se representan en el teatro de la mente. Las emociones y el sinnúmero de reacciones asociadas que les sirven de fundamento forman parte de los mecanismos básicos de la regulación de la vida; los sentimientos contribuyen asimismo a la regulación de la vida, pero a un nivel superior. Las emociones y las reacciones relacionadas parecen preceder a los sentimientos en la historia de la vida. Las emociones y los fenómenos asociados son el fundamento de los sentimientos, los acontecimientos mentales que forman la base sólida de nuestra mente y cuya naturaleza deseamos dilucidar”.

Es oportuno mencionar el caso del animalito doméstico cuya actitud afectiva, e instintiva, predomina netamente sobre una posible respuesta cognitiva, de la cual se acepta que no posee; al menos suficientemente desarrollada. Entonces, el animalito tiene afectos (o emociones en la terminología de Damasio), pero no posee capacidad de razonamiento (o sentimientos en la terminología de Damasio).

En cuanto a la prioritaria aparición de una u otra respuesta en el hombre, Antonio Damasio escribe: “Llegados a este punto, es legitimo preguntar por qué las emociones preceden a los sentimientos. Mi respuesta es sencilla: Tenemos emociones primero y sentimientos después porque la evolución dio primero las emociones y después los sentimientos. Las emociones están constituidas a base de reacciones simples que promueven sin dificultad la supervivencia de un organismo, y de este modo pudieron persistir fácilmente en la evolución” (De “En busca de Spinoza”-Editorial Critica SL-Barcelona 2007).

La mejora ética del hombre ha de provenir finalmente del control de nuestras emociones a través de una vía racional. Antonio Damasio agrega: “Spinoza recomendaba que combatiéramos una emoción negativa con una emoción más poderosa pero positiva producida mediante el razonamiento y el esfuerzo intelectual. Para su pensamiento era fundamental la idea de que el sometimiento de las pasiones ha de conseguirse mediante la emoción inducida por la razón, y no únicamente mediante la razón pura. Esto no es en absoluto fácil de conseguir, pero Spinoza no advertía ningún mérito en lo que era fácil”.

En cuanto a la preponderancia, o no, del razonamiento sobre los afectos, tenemos un caso bastante similar a la preponderancia, o no, del Estado sobre el mercado. Así, hay quienes proponen al hombre racional como aquel que se rige estrictamente por la razón, lo que equivaldría al Estado socialista que suspende la vigencia del mercado. El control estricto anula la libertad de acción y se opone a nuestra naturaleza humana.

Por el contrario, la no intervención de la razón sobre los afectos nos llevaría a una situación similar a la anarquía política y económica, mientras que la razón, actuando como un límite para evitar que nuestras reacciones puedan perjudicar a los demás y a uno mismo, concuerda con la postura liberal que asigna al Estado el rol de fijar limites y controles al accionar individual, pero sin distorsionar ni interrumpir el proceso del mercado.