miércoles, 5 de junio de 2013

Psicología social y religión natural

Las distintas religiones nos ofrecen un panorama poco alentador por cuanto persisten inconvenientes en aquellos lugares en donde conviven dos o más grupos religiosos. La adaptación recíproca y la convivencia se tornan a veces poco factibles. De ahí que debamos establecer algún criterio para la aceptación, o el rechazo, de las distintas propuestas que surgen desde ese ámbito. Para que exista unión entre los diversos sectores es necesario buscar aquellos aspectos que sirvan de vínculo, es decir, debemos buscar aspectos de coincidencia superiores que permitan establecer acuerdos mínimos y durables. Es un caso parecido al del tradicional antagonismo existente entre clubes de fútbol cuya rivalidad da lugar a diversos enfrentamientos. En ese caso, la instancia superior es el seleccionado nacional, el cual se conforma con los aportes de jugadores de varios clubes y se consigue así la unión de todos los simpatizantes, actuando como un vínculo de unión por cuanto es compartido y aceptado por todos.

En el caso de las religiones, sólo existe como fundamento una tradición oral y escrita que ha de aceptarse mediante la fe. Varias de ellas parten de la certeza de que hubo una previa alianza entre Dios y algún profeta, siendo su contenido distinto a la establecida entre Dios y otros profetas. De ahí que el camino de la tradición y de la fe resulta insuficiente para llegar a algún tipo de acuerdo. Sin embargo, llega a nuestra ayuda la visión del mundo que disponemos a partir de la ciencia experimental, la que puede considerarse como una instancia superior para dirimir conflictos religiosos.

En realidad, la instancia superior no es la ciencia en sí, sino el concepto de ley natural. Todo lo existente se encuentra regido por algún tipo de ley, ya se trate del mundo material o bien sea de los propios seres humanos. Los libros sagrados, al ser escritos por hombres, llevan cierto subjetivismo implícito, por lo que resultan insuficientes para el propósito unificador. Por el contrario, las leyes naturales tienen un carácter objetivo por cuanto no son hechas por el hombre, sino que vienen de Dios, o de la naturaleza.

A partir de ahí, todo resulta más sencillo por cuanto tenemos un marco de referencia objetivo respecto del cual podremos convalidar todo contenido religioso de la misma manera en que se verifica una teoría científica; es aceptada aquella que concuerda en mayor grado con las leyes naturales que trata de describir, siempre que el error sea menor que el admisible en su propio ámbito del conocimiento.

Si el contenido de alguna religión resulta incompatible con alguna ley natural elemental, debemos suponer que falló la religión, y no la propia ley, que viene de Dios. Así como las distintas teorías científicas, referidas a un mismo tema, se adaptan en mayor o menor grado a las leyes naturales, las distintas religiones también se adaptarán de esa forma. De ahí que les otorguemos una presunción de veracidad diciendo que son todas verdaderas hasta que se demuestre lo contrario.

Cuando una religión produce resultados poco deseables por cuanto da lugar a antagonismos irreconciliables, decimos que resulta incompatible con el espíritu de la religión, o que ha sido adaptada a los gustos particulares de las distintas personas o grupos, es decir, a la religión moral se la ha distorsionado hasta convertirla en una religión pagana; o que se la ha paganizado.

Recordemos que las religiones politeístas eran denominadas “paganas” por los cristianos, por cuanto se basaban en la creencia en la existencia de dioses especializados en alguna de las fuerzas de la naturaleza, mientras que las religiones reveladas habrían de ser consideradas, con el tiempo, compatibles con las leyes naturales, y de ahí su carácter esencialmente moral, es decir, mientras que en el caso de la religión pagana es el dios especializado quien actúa favoreciendo a quienes le piden algún favor, en las religiones morales los favores se logran luego de un comportamiento ético adecuado consistente en el cumplimiento de los mandamientos establecidos al respecto.

Si bien, puede argumentarse, la ciencia experimental describe los aspectos evidentes y comprobables de la realidad, se le sugiere no inmiscuirse en aquellos poco evidentes e incluso poco accesibles a la razón, atribuidos al contenido de la religión. Sin embargo, es evidente que toda religión termina definiendo una actitud a adoptar, siendo accesibles a la observación tanto los seres humanos como sus actitudes, las que, justamente, son accesibles a nuestras decisiones por cuanto admiten cambios favorables (y también desfavorables).

A partir del conocimiento disponible en la actualidad, podemos establecer una religión natural que ha de ser compatible con la ley natural y con la ciencia experimental. Luego, se podrá intentar buscar cierta compatibilidad de alguna de las religiones tradicionales con la religión natural. De esa forma podremos convalidar o fortalecer a la religión tradicional con la esperanza de que ello permita lograr algún tipo de mejoramiento en las relaciones entre individuos y entre pueblos. Si bien esta postura puede ser rechazada por muchos adherentes a las creencias tradicionales, debe recordarse que esta propuesta trata de salvar los serios conflictos producidos por aquéllas y que, si se la rechaza, simplemente seguiremos como hasta ahora con los conflictos de siempre. Si el conflicto es mayoritariamente deseable, en lugar de la paz, poco podrá hacerse para revertir la situación.

La religión natural, como se dijo, describe y busca adaptarse a las leyes naturales, mientras que el adepto a la religión tradicional, por lo general, pide a Dios que interrumpa las leyes naturales por él establecidas, lo que es visto desde la religión natural como una forma de rebelión contra tales leyes y de ahí, hacia el propio Dios. En la postura deísta, como también se denomina a la que adhiere a la religión natural, se excluye el milagro estricto, como una intervención de Dios que interrumpe sus propias leyes, por cuanto la idea esencial radica en nuestra posible adaptación a las mismas, que encuadra en el proceso general de adaptación provisto por la propia naturaleza en el proceso de evolución y posterior adaptación. De ahí que la religión natural consista esencialmente en un medio que explícitamente busca establecer nuestra adaptación cultural al orden natural.

Podemos decir que dos religiones son equivalentes cuando sugieren mandamientos similares, por lo que han de inducir similares comportamientos en sus receptores. De ahí que si podemos, en el marco de las ciencias sociales, establecer sugerencias de tipo ético y también de tipo cognitivo, y si esas sugerencias han de coincidir con los mandamientos asociados a alguna religión tradicional, entonces podremos afianzar la religión moral ya que será accesible no sólo a quienes basan sus vidas en la fe, sino también en quienes lo hacen a partir del razonamiento y de la observación directa de la realidad.

Desde la Psicología Social se considera a la actitud característica como la resultante de toda herencia biológica y de toda influencia social recibida por el individuo. Tal tipo de respuesta individual, que caracteriza a todo individuo, habiendo tantas actitudes posibles como individuos existan, puede clasificarse, sin embargo, en base a unos pocos componentes que son como los “ingredientes” básicos de los cuales todos tenemos, aunque en distintas proporciones.

Como en la Psicología Social se establecen descripciones que involucran a las dos tendencias principales, como la cooperación y la competencia, las componentes afectivas de nuestra actitud característica responderán a esas tendencias, es decir, para responder eficazmente a la tendencia a la cooperación, disponemos del amor, como la aptitud para compartir las penas y las alegrías de los demás como si fuesen propias, lo que también se conoce como empatía. Por otra parte, quienes adoptan una actitud competitiva disponen del egoísmo y del odio, siendo el egoísmo la tendencia a interesarnos sólo por cada uno de nosotros mismos mientras que el odio transforma las alegrías ajenas en tristeza propia y la tristeza ajena en alegría propia. Para completar el espectro de las respuestas afectivas posibles, tenemos a la indiferencia que se manifiesta como una negligencia afectiva.

En cuanto a nuestro proceso cognitivo, es posible describirlo en base al mismo método utilizado por la ciencia experimental, tal el de “prueba y error”. Para poder establecerlo, necesitamos una referencia para poder hacer comparaciones y para adaptarnos luego, paulatinamente, a esa referencia, tratando de hacer más pequeño al error, especialmente el asociado a las ideas que nos permiten formar una imagen general del mundo que nos rodea. De ahí que las referencias posibles podrán sintetizarse en la propia realidad, en uno mismo, en otra persona y en lo que piensa la mayoría.

Una vez que disponemos de una descripción acerca de “cómo es” el hombre, llegamos al “cómo debe ser” mediante un proceso de optimización. Y tal optimización simplemente consiste en la elección de la componente afectiva que nos lleva a la cooperación y de la componente cognitiva que nos lleva a una adaptación a la ley natural. De ahí que se opta por el amor como componente afectiva, mientras que, como componente cognitiva, adoptamos a la realidad como referencia para toda comparación.

Puede comprobarse que ambas componentes elegidas coinciden con los dos mandamientos enunciados por Cristo y que, incluso, ya aparecen, aunque algo dispersos, en el Antiguo Testamento. Tal coincidencia surge de la interpretación hecha desde la visión que nos da la descripción del hombre antes mencionada. Así, cuando Cristo sugiere (u ordena): “Amarás a Dios tu Señor con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu inteligencia”, puede interpretarse como una sugerencia a adoptar a la ley de Dios, la ley natural, como referencia para una posterior adaptación, por cuanto también sugiere “Busca el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura”, considerando como el Reino de Dios al gobierno de Dios sobre el hombre luego de una plena aceptación a sus leyes y al orden natural respectivo.

Para convalidar tal interpretación, viene “en nuestra ayuda” Baruch de Spinoza con su “amor intelectual de Dios”, por cuanto el amor, definido como nuestra capacidad para compartir las penas y las alegrías de los demás, resulta imposible de compatibilizar con nuestro vínculo hacia un ente invisible que sólo se manifiesta a través de sus leyes. De ahí que, si interpretamos tal mandamiento como algo que tiene que ver con nuestro aspecto cognitivo, antes que afectivo, resulta algo comprensible y razonable. Finalmente, el “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” es la sugerencia afectiva que generaliza la moral, identificando la moral social con la individual, ordenando adoptar una actitud que nos permita compartir las penas y las alegrías de los demás como si fuesen propias, algo que cuesta bastante lograr. Es de esperar que así pueda el cristianismo ampliar su influencia social permitiendo llegar no sólo al que tiene cierta postura filosófica respecto del mundo, sino a quienes adopten posturas filosóficas distintas a la predominante y tradicional.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Objetivos de la Psicología social

Por lo general, no resulta sencillo definir los alcances y objetivos de cada una de las ramas humanísticas y sociales de la ciencia, por cuanto no existen límites definidos que las separan. De ahí que, en el caso de determinada investigación, no tenga mayor importancia ubicarla estrictamente en una de ellas. Sin embargo, todo científico social se ha de identificar con alguna rama mucho más que con las restantes, por cuanto su perspectiva personal le permite adaptarse sólo en una forma selectiva. Lo que para el lector puede interpretarse como una pequeña diferencia, para el autor implicará, sin embargo, su identificación con una vocación definida o bien cierta indiferencia.

La psicología estudia al ser humano en forma individual, aunque ello no signifique que lo ha de estudiar sin una interacción social básica, por cuanto no existe en la realidad el individuo aislado totalmente. Por otra parte, la psicología social lo ha de describir en interacción con la sociedad, por lo que, aparentemente, no habría grandes diferencias o bien no existirían motivos para la existencia de esta última rama. El antropólogo S. F. Nadel escribió al respecto:

“La psicología social constituye un campo de investigación independiente, o bien tiene que dedicarse a un tipo de fenómenos que no explican las otras ramas de la psicología, o bien estudiar fenómenos comunes a todas las ramas desde un punto de vista especial. En el sentido que tiene en el primer caso, la psicología social se contrapone por lo común a la psicología individual. Esta distinción sólo tendrá sentido si puede decirse que la psicología individual estudia los hechos mentales peculiares de los individuos aislados; pensamientos o emociones que viven, en una forma única, en las mentes de personas escogidas, pero que desaparecen o se convierten en algo diferente en el hombre que vive en sociedad. Esto me parece absurdo. Aparte, quizás, de los estudios sobre la personalidad o de casos psicopatológicos, la psicología «individual» se ocupa, no de un individuo, o de un grupo escogido de individuos, sino del individuo, y trata de descubrir regularidades válidas, con cualesquiera variaciones, para el hombre en general”.

“Nadie puede sostener en serio que hay una psicología cuyo universo está poblado de silabas sin sentido, rompecabezas y escalas de medida, y otra que estudia los contenidos vivos de las percepciones, los pensamientos y las emociones”. “No está justificado, pues, separar una psicología «social» de una psicología «no social», cada una de las cuales estudia un orden diferente de fenómenos”. “Muchos estudios de psicología social, excelentes como esfuerzos descriptivos, no son más que esto; difieren poco, salvo quizás en el vocabulario, de las descripciones que puede hacer cualquier antropólogo bien preparado en psicología” (De “Fundamentos de Antropología Social”-Fondo de Cultura Económica-México 1955).

Unas décadas más adelante, el panorama descrito resulta bastante distinto. Michael S. Gazzaniga escribió: “La psicología propiamente dicha ha muerto. Quizá sea mejor decir que hoy se halla en una situación extraña. Darmouth, mi colegio universitario, está construyendo un nuevo y magnífico edificio para la cátedra de psicología. Pero sus cuatro pisos se distribuyen como sigue: el sótano se dedica a la neurociencia, el primer piso a salas de clases y administración, el segundo a la psicología social, el tercero a la ciencia cognitiva y el cuarto a la neurociencia cognitiva. ¿Por qué lo llaman «edificio de psicología»?”. “Las grandes interrogantes de los psicólogos clásicos evolucionaron hacia terrenos que pueden ser explorados por otros científicos”. “Esto no significa que los procesos y estados psicológicos carezcan de interés o sean aburridos. Por el contrario, constituyen fragmentos fascinantes de un enigma que muchas mentes curiosas intentan desentrañar. No hay duda de que la pregunta que debemos contestar en el siglo veintiuno es de qué manera el cerebro habilita la mente” (De “El pasado de la mente”-Editorial Andrés Bello-Santiago de Chile 1998).

Una de las principales diferencias entre psicología social y sociología, radica en que la primera pone énfasis en la influencia que tienen las ideas dominantes en la sociedad respecto de la acción individual. De ahí que uno de sus objetivos ha de ser el de establecer una ideología de adaptación del hombre a la sociedad y al orden natural. Kimball Young escribió: “La psicología social estudia la interacción reciproca entre las personas y los efectos que esta interacción ejerce sobre los pensamientos, sentimientos, emociones y hábitos del individuo. Como campo de investigación, la psicología social tiene sus raíces en la psicología y la sociología, pero la historia, la ciencia política, la economía y la filosofía han contribuido mucho al estudio de la interacción humana” (De “Psicología social”-Editorial Paidós-Buenos Aires 1963).

Por otra parte, Edwin Hollander escribió: “La psicología social es uno de los campos interesados en el estudio objetivo del comportamiento humano. Su enfoque particular está dirigido hacia la comprensión de la conducta social ejemplificada por el efecto de un individuo o de un grupo sobre otro individuo, ya sea en el sentido real o virtual. Sobre la base del proceso de influencia social, estos efectos producen fenómenos tales como la conformidad, el liderazgo, el prejuicio, la moral colectiva y el conflicto intergrupal”. “Al estudiar la influencia social, la psicología social atiende a la relación entre variables tales como las actitudes, los valores, la cohesión grupal, los roles, las normas y los grupos de referencia; en el terreno de la investigación, su actividad está orientada hacia la verificación de los efectos recíprocos de estas variables, según son postuladas en las concepciones teóricas” (De “Principios y métodos de psicología social”-Amorrortu Editores-Buenos Aires 1968).

Si queremos disponer de una definición muy elemental de las ciencias mencionadas, podemos decir que la psicología estudia al ser humano en interacción familiar, u hogareña. La psicología social lo hace respecto de la interacción social en la calle, o más allá del hogar; la sociología estudia los distintos ordenamientos e instituciones que conforman el orden social, mientras que la antropología estudia los vínculos entre cultura y personalidad, principalmente en forma histórica o experimental.

La especialización de las distintas ramas de la ciencia lleva también a una especialización interna en cada una de ellas, generalmente como ciencia teórica, por una parte, y ciencia experimental, por la otra. De ahí que exista una “psicología social teórica”, con una organización de tipo axiomático, y una “psicología social experimental”, cuyo contenido podrá ser deducido desde la parte teórica, al menos en principio.

Podemos decir que la psicología social teórica ha de conformarse a partir de algunos conceptos, o variables descriptivas, que permitan establecer una síntesis capaz de sustentar a la psicología social experimental como así también promover una orientación en la vida de todo ser humano. Las variables propuestas y principios adoptados, serán:

1- Tendencia a la cooperación
2- Tendencia a la competencia
3- Actitud o respuesta característica
4- Influencia recíproca entre conducta e ideas
5- Influencia recíproca entre individuos, y entre individuos y grupos

Podemos entonces definir la función esencial de la psicología social en base a los principios o fundamentos mencionados: “Es la rama de la ciencia que tiene como objetivo establecer una ideología de adaptación, tratando de lograr en todo individuo el predominio de una actitud favorable a la cooperación y desfavorable a la competencia”. En cuanto a la competencia, como tendencia que debe evitarse, es oportuno aclarar que hace referencia a la competencia egoísta y no a la vigente en la economía de mercado, ya que, en ese caso, la competencia entre productores implica una mejora en la cooperación hacia el consumidor.

Puede observarse que, a partir de los principios adoptados, se contemplan los dos conceptos generales que históricamente se utilizan para la descripción del comportamiento humano: la conducta o acción, por una parte, y el conocimiento, por la otra. Además, al encontrar las componentes afectivas de la actitud característica (amor, odio, egoísmo, indiferencia) puede establecerse una ética natural básica, mientras que, para encontrar las componentes cognitivas de tal actitud (referencia en la realidad, en uno mismo, en otro o en la mayoría) se requiere disponer previamente de una teoría del conocimiento. Las componentes mencionadas permiten, además, establecer una descripción básica de la personalidad. Todos estos aspectos son observables y comparables, y por lo tanto, cuantificables, respondiendo a los requerimientos que debe cumplir toda descripción compatible con el método de la ciencia experimental.

Como se dijo antes, debido a las influencias existentes entre individuos, y entre ideas y conducta, la psicología social ha de ser la que mejor se adapta para plantear una ideología que sea capaz de mejorar todo ámbito social. En este caso, a la palabra “ideología” se la asocia a “ciencia de las ideas”, es decir, al conjunto de ideas fundamentado en una teoría axiomática que le brinda a todo individuo la posibilidad de adaptarse plenamente al orden natural, o al orden social óptimo que debería existir. Tal orden ha de ser, por otra parte, la resultante del predominio de una actitud cooperativa individual en lugar de partir de un modelo de sociedad previamente supuesto.

Si bien tal realización puede parecer demasiado pretenciosa, debe tenerse presente que alguien debe hacerlo. Justamente, quienes estudian las influencias reciprocas entre individuos e ideas, son quienes deben disponer de la información suficiente para establecer la influencia mencionada. Tal ideología deberá ser accesible, por otra parte, al ciudadano común, trascendiendo los ámbitos estrictamente universitarios o intelectuales, algo que, si bien puede costar trabajo alcanzar, al menos se deben realizar todos los intentos posibles respecto a su logro.

Una ideología emergente de la psicología social no es otra cosa que una adecuada descripción verbal de las consecuencias de una teoría establecida que vincula la mayor parte del conocimiento alcanzado en una etapa de su desarrollo, lo que no resulta ser, después de todo, una exigencia fuera de lo que normalmente se hace. Por lo general, se opina que la ciencia social debe ser descriptiva en lugar de normativa, y que debe apuntar a describir “lo que es” en lugar de sugerir “lo que debe ser”. Debe tenerse presente, sin embargo, que “lo que debe ser” simplemente consiste en una optimización de “lo que es”. Así como el docente, sin la obligación de ser un “ejemplo ético” para sus alumnos, brinda una influencia positiva, el psicólogo social deberá ser como un docente de masas, capaz de modificarlas en un sentido positivo.